domingo, 24 de julio de 2011

Virgilio Noé r.i.p.a.


El boletín de Zenit de esta tarde trae la noticia de la muerte del Cardenal Noé. Don Virgilio tenía 89 años y los últimos los ha vivido discretamente, como es habitual en un cardenal ottantenne. La decisión - muy discutible - de Pablo VI de privar del derecho activo de participar en el Cónclave a los cardenales mayores de 80 años, deparó que esa fecha incapacitante significara la mayoría de las veces el declive real de los purpurados, sentenciados a vagar por los eventos sagrados de Roma como adornos de honor. Si un obispo emérito (algo también muy discutible, quizá más que lo de los cardenales) es una triste figura, un cardenal con el plus de los ochenta es una especie de vánitas vestida de colorado.

La noticia de la muerte de Noé aparece en algunos noticieros italianos con una muy chocante confusión de imagen que le habrá hecho muy poca gracia al afectado, y es comprensible: En vez de la foto del Cardenal Noé han puesto una (estupenda) fotografía del Cardenal Amigo Vallejo. Una confusión lamentable. Aparte el hecho del poco parecido físico de uno y otro purpurado, el equívoco es más llamativo porque Virgilio Noe ha sido de las personas más retratadas de la Curia Romana, por lo que su imagen es dificlmente confundible.

Desde 1964 era profesor de liturgia en el Anselmiano. En 1968 fue secretario del Comité para la revisión de las Ceremonias Pontificias, bajo la dirección inmediata del tristemente célebre Anníbale Bugnini, presidente-comisario de dicho comité. En 1969 es nombrado Subsecretario de la recien reformada Congregación para el Culto Divino, y en 1970 se le nombra Maestro de las Ceremonias Pontificias.

Como tal Maestro de Ceremonias del Papa, tuvo el grave cometido de ser el introductor de las reformas liturgicas del post-concilio en el ceremonial pontificio, aplicando las directrices generales de la Sacrosanctum Concilium así como las otras emanadas del Consilium de Bugnini y su equipo. Todo lo referente a la liturgia papal dependió de Monseñor Noé, suponemos que inspirado en gran medida por el propio Pablo VI, tan directa y personalmente implicado en todos los aspectos y pormenores de la reforma litúrgica (aunque algunos pretendan exculparle de responsabilidades y minimizar su actuación).

Durante aquellos años, Mons. Noé fue además consultor de la Comisión sobre la Familia, miembro (¡atención!) de la Comisión de estudio sobre la función de la mujer en la sociedad y en la Iglesia y miembro del Comité central para la celebración del Año Santo (el Año Santo de 1975 fue una fecha muy importante en referencia a la implantación definitiva de la reforma litúrgica y el nuevo ceremonial pontificio).

Continuó siendo Subsecretario de la Congregación de Sacramentos y Culto Divino y Sacramentos, y desde 1977 Secretario Adjunto de la misma, con especial encargo de dar impulso a la reforma litúrgica.

Luego de atender como ceremoniero a los dos Cónclaves de 1978, el Juan Pablo I Luciani y el de Juan Pablo II Wojtyla, continua asistiendo como maestro de ceremonias hasta 1982, cuando se le nombra Arzobispo Secretario de la Sgdª Congregación de Sacramentos y Culto Divino, encargado de esta última sección. En 1989 se le agrega como codajutor al Arcipreste de la Basílica de San Pedro en el Vaticano. En 1991 es elegido Cardenal y se le asigna el Vicariato del Estado Vaticano y finalmente el título de Arcipreste de la Basilíca de San Pedro. Entre otros encargos curiales y pastorales, también fue presidente de la Comisión para los tres principales santuarios-centros de peregrinación de Italia, Loreto, Pompeya y Bari.

Me he detenido en esta semblanza para recalcar la importancia de Noé, un personaje clave en la puesta en marcha, ejecución e implantación de la reforma litúrgica, siendo el responsable de un cierto estilo que se impuso desde el Vaticano, muy identificable con la manera de actuar y proceder de Monseñor Noé. Decían de él que era un esteta nato, que incluso asistió a clases de ballet clásico y coreografía cuando se hizo cargo de la dirección de las ceremonias papales.

Los críticos de la reforma litúrgica vaticanosecundista no guardamos simpatía alguna a Noé. Aunque deberemos reconocer que Noe será juzgado más benévolamente si se le compara con su sucesor en el puesto de Maestro de Ceremonias del Papa, el nefasto Pietro Marini, el ceremoniero del juanpablismo. Sólo con comparar las ceremonias del Año Santo de 1975 con las del Jubileo del 2000, se hace uno cargo de la degradación y deformación sufridas en veinticinco años, entre uno y otro ceremoniero.

Repito que le guardo pocas simpatías a Virgilio Noé, por cuanto hizo y significó tocante a la consumación de la defectuosísima reforma litúrgica. En la desaparición/pérdida de elementos tradicionales de las ceremonias pontificias como la tiara y otros ornamentos papales, Mons. Virgilio Noé tuvo especial responsabilidad. Aunque en última instancia fueran decisiones del Papa (¿promovidas? ¿aceptadas? ¿insinuadas? ¿ordenadas? ¿dispuestas? ¿previamente? ¿ínterim?).

A no ser que haya dejado escritas sus memorias y en ellas desvele interesantes pormenores, todas estas preguntas seguirán siendo sutiles interrogantes sobre las circunstancias que conoció en directo el difunto Cardenal Virgilio Noe. Que en paz descanse.

+T.